cuanto te amo

🎧 Audio 57

📘 Libro I Un alma en Cristo

12 de mayo de 1985 (I)

En oración en mi habitación. El sábado me dijo que escribiría el domingo acerca de unas dudas sobre lo que debía hacer: si rezar el Rosario los lunes o bien dar catequesis. Una catequista me había desanimado mucho al hablar y criticar a las personas que –dijo– «obligaban a los niños aprender la doctrina». Yo no soy así, pero no estoy de acuerdo con la forma de impartir catequesis que tienen algunos que ignoran, o quieren ignorar las leyes del cristiano, haciéndose ellos mismos una religión a su gusto y negando algunos dogmas de fe.

Hija mía, primero déjame decirte cuánto te amo. No te disgustes por el tiempo que has perdido esta mañana. El cristiano debe ser la persona que esté siempre dispuesta para ayudar a su prójimo, y tú bien sabes que hay muchas formas de dar y practicar esta ayuda. Has ayudado mucho a esa persona moralmente. Le has aconsejado acercarse a mi Santa Madre, le has dado consuelo y calor. Todo eso no es pérdida de tiempo, pues trabajas para Mi, y Yo, ahora, te ayudaré a hacer tu trabajo.

Amada mía, mi pequeña, quiero que no dejes el Santo Rosario que vienes haciendo los lunes. Es de mi agrado. No temas si cada vez acuden más personas, esa es mi Voluntad. El mundo está muy falto de oración y el Santo Rosario, orado con devoción, salva a muchas almas. Quiero que te mantengas como hasta ahora, sin ser protagonista de nada; que tú seas una más entre las personas que vienen al Santo Rosario. Deja que las demás lo dirijan, pues así te mantendrás más en la humildad. Sé abierta como eres y siempre natural con todos los que vengan a ti. Ofrece el Santo Rosario por la paz del mundo y la salvación de las almas. Éste debe ser el principal motivo de la reunión; después podéis pedir por cosas particulares de cada una de vosotras. Créeme: Yo las escucharé a todas, una por una, y las bendeciré por sus trabajos. Aconseja a todos los que se acerquen a ti que vayan y recurran a mi Santa Madre. Ella es fuente de gracia para todos mis hijos. Predica mi santo Nombre, cumple todos mis Mandamientos, que están en los Evangelios, cree en todos los dogmas de fe, consuela a los afligidos, sea por el motivo que sea, perdona todas las ofensas recibidas, ten siempre caridad para con tus hermanos, piensa que ellos quizás no hayan recibido una gracia tan especial como tú y, por ello, no sepan ni comprendan como tú. Para ello no te canses de bendecir el santo Nombre de mi Padre, pide ayuda a mi Santa Madre; también al Espíritu Santo, para que Él te dé entendimiento y puedas progresar en la fe. No pienses, hija mía, que soy rígido contigo. Es que el cristiano tiene que tener siempre presentes estas normas que parece que a muchos se les olvidan con frecuencia y hay que recordárselas. Tú no te preocupes si pareces chapada a la antigua, como muchos dicen, o que perteneces a la «Iglesia prehistórica». Dicen que ahora la fe se mira con ojos nuevos y que hay cosas que quieren decir hoy día otra cosa.

¡No, y no! Mi Iglesia siempre ha querido decir lo mismo; jamás se deben tergiversar los Evangelios, los dogmas de fe deben ser para el cristiano como para el náufrago un madero donde cogerse. Jamás el cristiano debe dudar de mis dogmas y, mucho menos, de las santas Escrituras que están en la santa Biblia.

Todos los milagros que Yo hice fueron realmente hechos. Fue así para que el hombre creyera en Mí como Hijo de Dios. En los Evangelios así consta.
No debe venir el hombre queriendo quitar importancia a mis obras y, mucho menos, querer cambiar o interpretar de forma distinta lo que, en su día, Yo, Jesús, hice para que quedara hecho, dicho y escrito para toda la humanidad. Y fue escrito y dicho por cuatro de mis Evangelistas –no por uno solo– para que así las generaciones siguientes lo creyeran y fuese interpretado justamente. Tú sé siempre fiel a mis mandatos, rectifica a todo el que diga lo contrario. Hazlo siempre con amor, como Yo te rectifico a ti.

𝑮𝒓𝒖𝒑𝒐 𝑴𝒂𝒓í𝒂 𝑨𝒖𝒙𝒊𝒍𝒊𝒂𝒅𝒐𝒓𝒂 (1985). 𝑼𝒏 𝒂𝒍𝒎𝒂 𝒆𝒏 𝑪𝒓𝒊𝒔𝒕𝒐. 𝑳𝒊𝒃𝒓𝒐 𝑰

Jesús no fue político

🎧 Audio 175

📘 Libro I Un alma en Cristo

1 de mayo de 1988

Hoy es el 1 de mayo y es también el día de la madre. Fui a Misa y el sacerdote no nombró a la Santísima Virgen en la homilía. Empezó diciendo que era el día del trabajador y –sin ánimo de tergiversar– diré que mezclaba el evangelio con la política, con los obreros y los explotadores. Me sentó muy mal, pues en mi ciudad hay sacerdotes comunistas. Pensé que debía ir a hablar con él cuando terminara la Santa Misa y decirle que no estaba de acuerdo con esa manera de predicar. Le pregunté al Señor qué hacía y Él me dijo que debía ir, que debía decirle que «Él se hizo pobre para llegar a todos los corazones, pero que en ningún momento fue un político.» Que debía ir a decírselo. Me dijo cosas muy bonitas pero que no recuerdo ahora.
Fui acompañada de mi hermana y le dije al sacerdote que quería hablar con él. Yo creía en el diálogo y, por eso, me había atrevido a hablarle. Le dije que no debía mezclar la política con el Evangelio y él me contestó que así era Cristo y que predicaría siempre de igual forma. He de decir que estoy escribiendo esto como yo lo he vivido. No tengo intención de tergiversar las palabras del sacerdote ni su actitud que, para mí, fue de soberbia y de orgullo despótico. Yo le dije que estaba cometiendo el pecado de Judas, que confundió a Cristo con un político y que quizás no debía haber sido sacerdote, sino político. Que Dios le juzgaría, como también a mí. Él contestó que decía lo que el Papa en su encíclica y el obispo de Barcelona, y que seguiría así siempre. Todo esto lo dijo mal carado y casi echándome. Yo me quedé muy tranquila pues pienso que el cristiano debe delatar todo lo que no es correcto. Y si él hace algo mal, y le corrigen, no debe molestarse.

Hija mía, yo María, la Inmaculada Concepción, hoy he sentido mucha tristeza cuando en tantos altares mis hijos predilectos no se han acordado de mí, sólo del 1 de mayo, día del obrero.
Has hecho muy bien yendo a decir al sacerdote lo que estaba mal. Aunque a ti te parezca inútil, has hecho lo que debías hacer. El dará sus cuentas y tú las tuyas.
𝗣𝗼𝗿 𝗱𝗲𝘀𝗴𝗿𝗮𝗰𝗶𝗮 𝗲𝗹 𝗺𝗮𝗹 𝗲𝘀𝘁á 𝗱𝗲𝗻𝘁𝗿𝗼 𝗱𝗲 𝗹𝗮 𝗜𝗴𝗹𝗲𝘀𝗶𝗮 𝘆, 𝗽𝗼𝗿 𝗲𝗹𝗹𝗼, 𝗹𝗮 𝗷𝘂𝘀𝘁𝗶𝗰𝗶𝗮 𝗱𝗲 𝗺𝗶 𝗗𝗶𝘃𝗶𝗻𝗼 𝗛𝗶𝗷𝗼 𝘁𝗮𝗺𝗯𝗶é𝗻 𝗱𝗲𝗯𝗲𝗿á 𝗲𝗻𝘁𝗿𝗮𝗿 𝗲𝗻 𝗲𝗹𝗹𝗮. 𝗘𝘀𝘁á𝗻 𝘁𝗲𝗿𝗴𝗶𝘃𝗲𝗿𝘀𝗮𝗻𝗱𝗼 𝗹𝗼𝘀 𝗘𝘃𝗮𝗻𝗴𝗲𝗹𝗶𝗼𝘀 y, como tú muy bien dices, cometiendo el mismo pecado de soberbia que Judas.
Quieren hacer de mi Hijo un Dios político; no han comprendido su doctrina ni su palabra.
El hombre de fe debe dar la vida por su hermano, sea del partido que sea; debe amar y hacerlo todo por amor a Dios; defender al desvalido en nombre de Cristo. Y debe ayudar al necesitado siempre en el mismo nombre. Y debe apartarse de politizar los evangelios. En ellos jamás encontrarán nada de política. 𝗟𝗼𝘀 𝗲𝘃𝗮𝗻𝗴𝗲𝗹𝗶𝗼𝘀 𝗰𝗼𝗻𝘁𝗶𝗲𝗻𝗲𝗻 𝗽𝗮𝗹𝗮𝗯𝗿𝗮𝘀 𝘀𝗮𝗻𝘁𝗮𝘀 𝘆 ¡𝗮𝘆 𝗱𝗲𝗹 𝗾𝘂𝗲 𝗹𝗲𝘀 𝗱é 𝘂𝗻 𝘀𝗲𝗻𝘁𝗶𝗱𝗼 𝗲𝗿𝗿ó𝗻𝗲𝗼, 𝗲𝗾𝘂𝗶𝘃𝗼𝗰𝗮𝗻𝗱𝗼 𝗮𝗹 𝗾𝘂𝗲 𝗹𝗲 𝗲𝘀𝗰𝘂𝗰𝗵𝗮 𝘆 𝗰𝗼𝗻𝗳𝘂𝗻𝗱𝗶𝗲𝗻𝗱𝗼, 𝗮𝘀í, 𝗮 𝗹𝗼𝘀 𝗾𝘂𝗲 𝘃𝗮𝗻 𝗮 𝗼í𝗿 𝗽𝗿𝗲𝗱𝗶𝗰𝗮𝗿 𝗲𝗹 𝗦𝗮𝗻𝘁𝗼 𝗡𝗼𝗺𝗯𝗿𝗲 𝗱𝗲 𝗺𝗶 𝗛𝗶𝗷𝗼!
Por desgracia es una realidad que la Casa de mi Hijo está hundiéndose por culpa de aquellos que tergiversan la verdad, que actúan sin amor dando un sentido distinto al que tiene la realidad.
𝗟𝗮 𝗿𝗲𝗮𝗹𝗶𝗱𝗮𝗱 𝗲𝘀 𝗾𝘂𝗲 𝗺𝗶 𝗛𝗶𝗷𝗼 𝘀𝗲 𝗵𝗶𝘇𝗼 𝗵𝗼𝗺𝗯𝗿𝗲 𝗽𝗼𝗿 𝗮𝗺𝗼𝗿, 𝗽𝗮𝗿𝗮 𝘀𝗮𝗹𝘃𝗮𝗿𝗼𝘀. 𝗗𝗲𝘀𝗽𝘂é𝘀 𝘀𝗲 𝗵𝗶𝘇𝗼 𝗖𝗼𝗺𝗶𝗱𝗮 𝘆 𝗕𝗲𝗯𝗶𝗱𝗮 𝗽𝗮𝗿𝗮 𝗮𝗹𝗶𝗺𝗲𝗻𝘁𝗮𝗿𝗼𝘀 𝘆 𝗮𝘀í 𝘃𝗶𝘃𝗶𝗿 𝗲𝗻𝘁𝗿𝗲 𝘃𝗼𝘀𝗼𝘁𝗿𝗼𝘀 𝗵𝗮𝘀𝘁𝗮 𝗲𝗹 𝗳𝗶𝗻 𝗱𝗲 𝗹𝗼𝘀 𝘁𝗶𝗲𝗺𝗽𝗼𝘀, 𝗰𝘂𝗮𝗻𝗱𝗼 𝘃𝗲𝗻𝗱𝗿á 𝗮 𝗷𝘂𝘇𝗴𝗮𝗿 𝗮 𝘃𝗶𝘃𝗼𝘀 𝘆 𝗮 𝗺𝘂𝗲𝗿𝘁𝗼𝘀.

Tú, hija mía, sigue yendo a esa Iglesia. No te importe que ese sacerdote vea que vas. Con tu presencia le dirás, cada vez que hable de política, lo mismo que hoy le has dicho. Y yo te bendeciré por tu defensa y tu obediencia, ya que no has dudado en ir, aunque esto te haya costado un poco.

Este mes sé mi hija «adorada». Búscame como Madre que soy tuya. Me encontrarás en tu corazón junto con mi Divino Hijo.

𝑮𝒓𝒖𝒑𝒐 𝑴𝒂𝒓í𝒂 𝑨𝒖𝒙𝒊𝒍𝒊𝒂𝒅𝒐𝒓𝒂 (1988) 𝑼𝒏 𝒂𝒍𝒎𝒂 𝒆𝒏 𝑪𝒓𝒊𝒔𝒕𝒐. 𝑳𝒊𝒃𝒓𝒐 𝑰

ocupate de mis intereses

MENSAJE DEL AMOR MISERICORDIOSO A LAS ALMAS PEQUEÑAS, compartido el día 12 de febrero de 2024.

Jesús – Porque no pides nada, Yo te doy; porque tú tienes miedo, te invito a vencer este miedo por amor. Quiero que Me ames plenamente, en una voluntad de amor total; déjame el campo libre en ti, para combatir tus primeros movimientos. Tú ves que Yo quiero ayudarte. ¡Te quisiera perfecta!
¡Ocúpate de mis intereses, me ocupo de los tuyos!
¡Sé Yo para todos! Haz lo que Yo te pido que hagas.
5/11/1979

http://legionalmaspequeñas.es

yo me daré

MENSAJE DEL AMOR MISERICORDIOSO A LAS ALMAS PEQUEÑAS, compartido el día 13 de enero de 2024.

Jesús – Yo me daré, me dejaré asir por ti, si tú amas a Aquella por quien Me he hecho el Hombre de Dios para salvarte. En Jesús ve a María y en María ve a Jesús, y así, estaré siempre contigo. Cuando Yo me retiro, Ella se adelanta y si Yo me adelanto, Ella se retira para dejarme todo el sitio… en tu corazón!
Margarita – Señor, ¿qué soy yo pues, para recibir tantas gracias?
Jesús – Es porque eres uno de esos pequeños en la escuela del Amor que habla. Acuérdate hoy que Mi Madre es el obstáculo sobre el cual viene a tropezar el Orgullo y que solo la humildad y la pequeñez no se tropiezan con él!
(26/3/1977)

http://legionalmaspequeñas.es

en Mi sois algo

MENSAJE DEL AMOR MISERICORDIOSO A LAS ALMAS PEQUEÑAS, compartido el día 15 de enero de 2024.

Jesús – FUERA DE MÍ, pobres hijitos míos, no os queda más que vuestro yo.
EN MÍ sois algo. FUERA de mí, no hay nada.
Os repito que SOLO YO SOY.
Mi Palabra os es dada para que comprendáis su valor benéfico para vuestras almas.
Pero ¿oís todavía mi Palabra?
Vuestros corazones son tan disipados.
Queréis renovar el mundo, y no podéis nada sin mí.
Yo soy el Principio y el Fin.
Vuestras obras están vacías, puesto que por culpa vuestra no estoy en ellas.
Este deseo de brillar os pierde…
La humildad, tan grata a mi Corazón, está ausente de vuestras almas
¡Oh hijos míos, hijos míos tan queridos, acordaos que, si no lo remediáis, todo mal empeora!
YO SOY VUESTRO REMEDIO. ¿Queréis, pues, al rehusarlo, perder el amor que vuestro Dios os guarda todavía? Que no os ciegue el orgullo hasta el punto de menospreciar mi poder.
Pensad en el poco tiempo que os queda antes de encontrar mi mirada, que será, según vuestras obras, misericordiosa o enojada.
Es hora, creedme, de renovar vuestros corazones en la escuela de la humildad y de la pequeñez.
24/2/1969

http://legionalmaspequeñas.es

enseñad sana doctrina

Un sacerdote debe instruir e informar a sus feligreses y, no debe tener reparo en hacerlo cuando de doctrina católica se trate, porque eso es lo que Yo espero de él. Yo, Jesús, os hablo.

Los sacerdotes que por respetos humanos se guardan de decir a los feligreses como deben comportarse ante el Santísimo Sacramento, en la Misa o en la Iglesia, están pecando de negligencia porque ellos tienen el deber y la autoridad eclesiástica suficiente para asesorar a su rebaño y guiarlos hacia pastos de Vida Eterna. Yo, Jesús, os hablo.

Di a Mi hijo N.N. que si a esa señora le molestó la corrección, a Mí que Soy el Redentor Me agradó sobremanera, y que no recele nunca de hacer lo que su ministerio le exige, porque Yo estaré atento a todos sus movimientos, a todas sus palabras, y a todas sus intenciones.

Pero dile, alma Mía, que también Mi enemigo lo estará y le atacará, que no siga sus maniobras y que Me invoque cada vez que Mi enemigo lo ataque, para que Yo que todo lo puedo le supla en lo que su debilidad o limitaciones le impidan obrar. Yo, Jesús, os hablo.

Ningún sacerdote debe callar cuando de amonestar a alguien se trate, sea hombre, mujer, niño o jóvenes, porque el pecado de omisión también cuenta para la Vida Eterna y disfrazado de una falsa prudencia puede haber negligencia, pero eso sí, pido a Mis sacerdotes y pastores que cada amonestación vaya revestida de misericordia y de rectas intenciones. Yo, Jesús, os hablo.Aquel sacerdote que valerosamente defienda Mis intereses, Yo lo defenderé ante Mi Padre Celestial y mediaré por él para que llegue a ser un gran santo, porque todo el que Me ama debe demostrarlo, y debe tener valor para formar a sus feligreses en la doctrina católica verdadera y advertir en las malformaciones que ya hay de sacramentos, de puntos dogmáticos y de Mi Santo Evangelio.

Así que hijos y siervos Míos, sacerdotes de Mi Corazón, tened arrojo y amor para defender Mis intereses que son el bien de las almas. Enseñad sana y santa doctrina, no quitéis, ni pongáis nada de vuestro albedrío e invocad a Mi Santo Espíritu en todo momento para que tengáis Su luz y sabiduría. Yo, Jesús, Vuestro Hermano y Vuestro Salvador, os hablo y os instruyo. Mi paz a todo aquel que crea en este mensaje.
LIBRO DADME DE BEBER.

MI HIJO ME MANDA A LA TIERRA A DAR MENSAJES A LOS HOMBRES.

MENSAJE DEL DÍA 5 DE AGOSTO DE 1995, PRIMER SÁBADO DE MES,

EN PRADO NUEVO DE EL ESCORIAL (MADRID)

EL SEÑOR:

«Hijos míos, tenéis que pedir mucho y orar mucho por la situación del mundo. La situación del mundo es grave, los hombres están viviendo como en los tiempos de Sodoma y Gomorra. La mayoría se han apartado de Dios y ninguno está en el puesto que le corresponde. Los sacerdotes, en vez de ocuparse a pastorear a las almas y que coman de ese pasto sagrado que hay en mi Iglesia, la mayoría son asalariados del mundo; sin olvidarse (Amparo suspira varias veces) de que son almas para estar al servicio de las ovejas. Las almas consagradas, en vez de dedicarse a la oración y a la penitencia, muchos de ellos han abandonado su vestidura y se han introducido en el mundo.

Las familias no enseñan a sus hijos que tienen un deber sagrado de cumplir (Amparo suspira) con la Ley de Dios; se les olvida enseñarles la fe y la moral. Los seglares, hija mía, la mayoría viven como malos cristianos, sin querer aceptar la palabra que Yo mando y mi palabra que está escrita. Pongo a instrumentos para comunicarles mi palabra pero se olvidan de mi palabra porque están ocupados en sus negocios; y les interesa más el negocio y vivir según la carne más que según el espíritu.

Esas madres que matan a sus hijos dentro de sus entrañas, esos crímenes tan horribles que cometen con esos seres inocentes. Las parejas, hija mía, van al matrimonio sin la vestidura de la gracia porque esa bestia feroz de las siete cabezas, con tres ojos en cada una, que es la lujuria, el placer de la carne, les ha quitado la gracia y muchos de ellos van a contraer matrimonio (Amparo suspira profundamente) por la ilusión de ese traje que lo llevan para que todos se deslumbren; pero si oyeran, en ese momento, en el templo la voz de Dios, les diría: «pero, hijos míos, cómo habéis venido a participar de mi banquete si vuestra vestidura es muy resplandeciente por fuera pero vuestra alma está desnuda y llena de harapos». ¿Hacia dónde camináis, hijos míos, que habéis perdido vuestra dignidad y vais hacia el camino de una cárcel oscura y tenebrosa porque vivís en los placeres y no vivís según la Ley de Dios? (Amparo suspira.) ¡Qué pena de sociedad! Rezad, hijos míos, para que esta sociedad cambie y abrace en sus corazones mi reino, y que los gobernantes gobiernen con nobleza, justicia y santidad.

¿Qué han hecho del mundo, hija mía?; lo han cambiado. Los hombres han cambiado mis leyes y nada lo ven pecado, hijos míos.

LA VIRGEN:

Sí, hijos míos, mi Corazón está muy afligido porque no guardan los hombres las leyes ni los mandamientos; y muchos llegarán a la presencia de mi Hijo y tendrán que oír las palabras tan terribles de «Id, malditos al fuego del infierno, porque no sois dignos de estar en la Casa del Padre». No habéis querido cumplir con las leyes que se os han impuesto para la salvación de vuestras almas, y vivís según vuestros gustos, hijos míos, en los placeres, en la abundancia, en las comodidades. . . ¡Qué pena de almas!

Mi corazón sufre y no hace nada más que dar avisos a las almas para que se conviertan, y mi Hijo me manda a la Tierra para dar mensajes a los hombres y para recordarles a cada uno que no cumplen con sus obligaciones. Orad mucho, hijos míos, haced penitencia, no clavéis más espinas a mi pobre Corazón que os ama con todo mi Corazón.

Intercedo a mi Hijo pero no cambiáis, hijos míos, vuestra conducta; seguís pecando gravemente y cometiendo crímenes atroces. ¡Hasta cuándo!, hijos míos. El tiempo se aproxima y no cambiáis vuestra vida; sólo os preocupa la materia y os olvidáis del espíritu, hijos míos. Honrad a vuestra Madre y amad a Dios vuestro creador. ¿Cómo, hijos míos, no pensáis que el hombre no puede vivir sin Dios, y que el que vive sin Dios vive en la tiniebla y en la oscuridad? Buscad la luz, hijos míos, retiraos del mundo y poneos al servicio de Dios, vuestro creador. No os preocupe tanto las cosas de la Tierra. Sí, hija mía, mira este paraíso; ¡cuántos lo pierden porque se enfrascan en los pecados y se apegan a la materia!

Vas a beber unas gotas del cáliz del dolor, hija mía, porque los hombres siguen obstinados en pecar sin hacer caso al Evangelio, ni a los mandamientos, ni a mis palabras, ni a mis mensajes. (Amparo coge un cáliz invisible, traga y tose.)

Está amargo, hija mía. Quedan pocas gotas porque los hombres no quieren cambiar sus vidas, y el cáliz ya se ha derramado.

¿No veis, hijos míos, cómo Dios, vuestro creador, os ayuda con la oración? La oración tiene poder. Se ha acabado la batalla. Los ángeles han luchado contra vuestros enemigos y han ido cayendo uno a uno; han conseguido la victoria, por eso os digo, hijos míos, que aúnque aún queda algún enemigo, también irá cayendo como no se convierta y sea capaz de reconocer sus pecados y sus miserias. Amaos los unos a los otros, hijos míos; ya sabéis que Dios es el que gana siempre la batalla. Si vosotros venís a Él, hijos míos, Él os extenderá los brazos y os perdonará vuestros pecados y os acogerá en su rebaño y participaréis de su herencia.

Seguid viniendo a este lugar, hijos míos. En este lugar se reciben muchas gracias. Ya sabéis que para Mí no ha habido distancias, que he seguido derramando las gracias desde este lugar, hijos míos. Pensad que aquí también ha venido vuestra Madre a daros avisos y a derramar sus gracias. Todos estos lugares han sido bendecidos por mi mano virginal y por la mano divina de mi Hijo. Sed pacientes y, con paciencia, alcanzaréis todo, hijos míos. ¿No veis, hijos míos, que después del martirio viene la gloria? Ahora recibiréis la gloria, hijos míos; sed humildes y pacientes; seguid acudiendo a este lugar que tantas gracias ha derramado mi Corazón.

Besa el suelo, hija mía, en reparación de tantos y tantos pecados como se cometen en el mundo.

Muchas almas os habéis convertido en estos lugares, hijos míos, nunca lo olvidéis y dad testimonio de ello.

Levantad todos los objetos; todos serán bendecidos con bendiciones especiales para la conversión de los pecadores; todos han sido bendecidos.

Os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice, por medio del Hijo, y con el Espíritu Santo.

::::::::::::::::::::::::             

AMAR A LA IGLESIA.

MENSAJE DEL DÍA 2 DE SEPTIEMBRE DE 1995, PRIMER SÁBADO DE MES,

EN PRADO NUEVO DE EL ESCORIAL (MADRID)

EL SEÑOR:

«Hijos míos, aquí estoy para derramar gracias sobre vosotros, pero también me gustan los corazones agradecidos. Sed agradecidos, hijos míos, por tantas y tantas gracias como habéis recibido en este lugar, y también dad gracias todos aquellos que tenéis bienes, porque todo es venido de la mano de Dios; pero no es por vosotros mismos, ni por vuestros esfuerzos, porque muchos de los que vivís bien, hijos míos, no os acordáis de los que sufren, de los que padecen hambre y sed y están desnudos.

Tú, hija mía, no te angusties por esas lenguas difamadoras; son lenguas que Yo un día maldeciré, porque no les importa la calumnia ni la mentira. Yo dije que se fundaran Obras de Amor y Misericordia y tú haces mi voluntad. Nada te importe de lo que digan, hija mía, si de Mí dijeron que estaba poseido por Belcebú; y si oraba me criticaban; y si comía y bebía me criticaban igual, hija mía. Esas almas dicen dar doctrinas. ¿Qué clase de doctrina y de catequesis pueden dar las almas que son capaces de difamar, de calumniar y de vivir en el mundo según sus gustos? Son como los paganos que ni entran en el Cielo ni dejan entrar a los demás. Que cada uno de los que difaman contra esta Obra haga lo mismo que han hecho los que viven en ella.

AMPARO:

Que hablan, a, oh…

EL SEÑOR:

Sí, hija mía, mira: hablan, hablan pero ni son capaces de ir a recibir la penitencia; no necesitan sacramentos. Hablan de los sacramentos pero no los practican, hija mía. Mira lo que le espera a las almas ingratas que viven según sus gustos, y según el cuerpo, no según el espíritu. (Amparo suspira profundamente.) No escucharé sus lamentos ni sus lágrimas porque sus lágrimas en ese día serán lágrimas de plañideras y no las escucharán mis oídos. Nada te angustie, hija mía. Yo soy el Todopoderoso y el que te ha pedido fundar estas Obras de Amor y Misericordia; y Yo te he pedido que lo mejor para el pobre y es lo que estás haciendo; lo mejor se lo estás dando al pobre. Nada hay oculto, hija mía, pueden comprobarlo.

El hombre se cree poderoso y son siervos inútiles, la mayoría; dicen amar a la Iglesia sin entender la palabra de Dios; dicen que mis mensajes son catastróficos, ¿pero están ciegos y sordos, hija mía? ¿Pero no ven que el mundo está lleno de catástrofes? ¡Ay!, hijos míos, si a Mí me gustan las almas humildes, no las vanidosas que se envanecen ellas y me rebajan a Mí. Creen tener poder para hacer las cosas; el hombre siembra y riega, pero si Yo no mando el agua y el sol, el fruto no puede salir, luego ¿cómo es el hombre tan soberbio y tan inculto diciendo que los mensajes son catastróficos? Entonces, la palabra de Dios está escrita también es catastrófica. ¡Incultos, que no entendéis ni hacéis y tampoco queréis dejar a los que entienden y hacen!

¡Ay!, madres que preferís que vuestras hijas estén en el mundo en pecado mortal, en la concupiscencia de la carne. No os importa, hijos míos, la concupiscencia; no la entendéis. No os importa que vuestros hijos estén en pecado ni os preocupáis de ellos, y cuando sienten la llamada de Dios os angustia y los queréis introducir donde vosotros estáis introducidos; haciendo vuestra voluntad, no la voluntad de Dios. ¡Hasta cuándo vais a acabar de ofender a estas criaturas que han dejado todo para dárselo a los pobres! El camino lo tenéis abierto, haced vosotros lo mismo. No hagáis lo que el joven del Evangelio que, cuando le digo que venda sus bienes y se los dé a los pobres y me siga, no escucha mis palabras y no vuelve otra vez a caminar junto a Mí, sino quiere seguir a Dios pero sin dejar nada. ¡Qué ingratos sois, hijos míos, que muchos de vosotros ni os vais a salvar ni queréis que se salven los demás!

Yo enseño a los hombres a amar a la Iglesia; y a los sacerdotes a estar en su ministerio, a pastorear a las almas, no a que muchos de ellos son esclavos de sus pasiones y les atrae más el mundo que Dios. ¿Cómo vais a enseñar a todo un Dios lo que tiene que decir a sus almas? Yo amo a mis sacerdotes, y como los amo los corrijo; y lo primero que hice, cuando llegué ante mi Padre, fue pedir por todos los sacerdotes para que fuesen pastores, no fuesen asalariados; y luego pedí por el mundo, para que todo el mundo hincase la rodilla ante Dios su Creador. Y ¿qué habéis hecho hijos míos, como os dije? Habéis vuelto el mundo al revés. No veis las impurezas que hay en el mundo. El pecado de la carne está invadiendo el mundo, y el hombre que cae en lujuria cae en todos los pecados. No se le da importancia al pecado, hijos míos, por eso está el mundo en esa situación. Por eso, madres que amáis tanto, según vosotras, muchas de ellas a vuestros hijos, ¿cómo no los vigiláis para que vayan por el camino del Evangelio? Y, ¡cómo os preocupáis cuando encuentran ese camino! Ni soy tirano, como decís, que ¡vaya un Dios! o ¡vaya una Madre que amenaza a sus hijos! ¿Cuántas madres estáis amenazando a vuestros hijos porque no les dejáis libertad para vivir el camino que han escogido? ¡Ay, ingratos, hasta cuándo un Dios Todopoderoso tiene que dar avisos a sus criaturas! Permitís que vuestros hijos se condenen junto a vosotros y no sois buenas madres cuando no os ocupáis dónde están vuestros hijos; cuando llegan a encontrar a Dios es cuando os preocupa; eso hacen los secuaces del Anticristo, introducirse en familias, en amistades, para destruir a las almas. Una madre quiere la felicidad de sus hijos…

LA VIRGEN: 

. . . Y eso quiero Yo, hijos míos, vuestra felicidad. Yo reprendo a mis hijos porque os he dicho muchas veces que cuántas madres habéis reprendido una y otra y otra vez a vuestros hijos y viendo que vuestros hijos se introducen en el camino de la perdición habéis vuelto a decir: hijos míos, ¿no veis que os estáis perdiendo, que Dios hizo el Cielo y los Infiernos? Y el hombre se le olvida que existe el Infierno; sólo piensa en ir a la Gloria, sin obras. Todos los que hacéis buenas obras y todos los que estáis sin purificar venid a mis manos y entregádmelas, hijos míos, y entregaos vosotros que Yo con mis manos puras y virginales os purificaré a vosotros y a vuestras obras y se las entregaré a la Divina Majestad de Dios. Pero no seáis necios, hijos míos, y sed como las vírgenes prudentes; tened siempre la lámpara encendida y para que una lámpara luzca tiene que estar llena de aceite y combustible, hija mía; por eso el hombre que está sin Dios y que dice amar a Dios y no ama al prójimo no cumple los mandamientos. Dejad libertad a vuestros hijos, esa libertad santa para seguir el camino del Evangelio, y no seáis tan ingratos vuestros corazones que martirizáis a vuestros hijos porque sois egoístas y los queréis para vosotros. Si toda creatura es de Dios y Él toca cada uno de los corazones, y coge y deja lo que quiere, ¿cómo vais a ponerle trabas a Dios, hijos míos?

Sed todos uno, hijos míos, y tened un solo corazón para amar a los que lo necesitan, hijos míos. ¡Cuántos, mira, de los que aparentan ser buenos y cumplir la doctrina, mira dónde se encuentran, hija mía; han aparentado ante los hombres, pero cuando han llegado ante el Juez Supremo, ha aplicado la justicia, porque no habían, hija mía, obrado «na» más que con palabras y no pude aplicar mi misericordia. Por eso se encuentran en ese lugar.

¡Ay, padres y madres de familias, caminad por el camino firme y seguro!, no os quedéis en el tiempo y no viváis falsamente, aparentando ante los demás lo que no sois. Que los matrimonios se respeten mutuamente unos a otros; pero ¡ay de aquéllos que son infieles! El adúltero no entrará en el Reino de los Cielos. El mundo está invadido por la carne, por los pecados de impureza. Yo odio, hija mía, la impureza. Amo mucho los corazones puros; pero los hombres hoy se han desenfrenado, viven en un desenfreno que no hay quien los frene, hija mía, se han abandonado y se han dejado de amar a Dios su Creador. Y la creatura sin Dios está hueca; y los fariseos e hipócritas tampoco entrarán en el Reino de los Cielos. Y Yo ensalzo a los humildes y oculto a los poderosos. A mi Hijo le agrada más un alma humilde que todos los poderosos que haya en la Tierra.

¿Quiénes son los hombres para decir a quién tengo que manifestarme? ¿Es que no hay motivo de manifestarse una madre a sus hijos viendo la situación del mundo, para avisarles el gran peligro que hay en él y para recordarles el Evangelio?, para eso bajo a la Tierra. Porque los hombres cambian, quitan y ponen a su antojo lo que les agrada. ¡Ay de aquéllos que quitan y ponen, más les valiera no haber nacido! ¡Ay, aquellos que deforman la doctrina!, cuando se presenten ante Mí les diré: retiraos de Mí, que habéis deformado la palabra de mi Hijo en la Tierra y muchas almas habéis arrastrado hacia la perdición por vuestras falsas doctrinas. ¡Id malditos, al fuego eterno!; esas serán las palabras y así lo digo y así se cumplirá. Aunque mi Corazón de Madre intercede por todos los hombres, pero ¿por los hombres que reniegan de Dios? Yo no admito aquellos hombres que reniegan de mi Hijo.

Amad a la Iglesia, hijos míos, amad al Papa; sufre mucho viendo la situación que hay en el mundo, y sufre mucho por aquellos pastores infieles y desobedientes a sus palabras.

Y tú, hija mía, digan lo que digan, no te angusties; si comes van a decir y si ayunas van a seguir diciendo, hija mía. No te importe nada más que el Reino del Cielo y amar a los necesitados. Todo está limpio, que se pueda ver. Nada te angustie, hija mía.

Y todos los que habéis recibido gracias en este lugar, dad testimonio de ellas, hijos míos; y amad a la Iglesia y confesad vuestras culpas. Acercaos al sacramento de la penitencia, que muchos de vosotros no lo hacéis, hijos míos.

Levantad todos los objetos; todos serán bendecidos con bendiciones especiales para los pobres moribundos.

Os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice por medio del Hijo y con el Espíritu Santo.

::::::::::::::::::::                                                                                                   

MUCHOS DE MIS PASTORES MUTILAN EL EVANGELIO.

MENSAJE DEL DÍA 7 DE OCTUBRE DE 1995, PRIMER SÁBADO DE MES,

EN PRADO NUEVO DE EL ESCORIAL (MADRID)

EL SEÑOR:

«Hija mía, aquí tienes, hija mía, al Cristo Redentor, al Cristo crucificado. ¡Cómo los hombres pueden decir que Cristo no sufre por la Humanidad! Aquí me tienes, hija mía. Aquí estoy desgarrado por los pecados de los hombres. Los hombres son ingratos, hija mía, y pocos se compadecen de mi pobre Corazón. Yo vengo, hija mía, a advertirlos y pongo a mi Madre por mensajera para que los advierta; y a cambio de eso recibo ingratitudes y desprecios, hija mía. ¡Qué pocos se compadecen de mi pobre Corazón, tan afligido por la Humanidad! Yo sigo mi Pasión porque los hombres ingratos, con mi muerte, no quisieron llegar a Mí y aceptar las leyes de Dios; por eso falta en mi Pasión, porque en mi Pasión no pude redimir a toda la Humanidad; no, hijos míos, porque Yo no quisiese redimirlos, porque Yo bajé a la Tierra para redimir a los hombres, sino los hombres son los que no quieren ser redimidos con mi Sangre.

¡Cómo los hombres pueden mutilar mi Evangelio!, muchos de mis pastores lo mutilan. Y el Evangelio se compone de un Cristo bondadoso, amoroso, misericordioso, que perdona los pecados; pero también hay palabras escalofriantes en mi Evangelio, de un Cristo juez y severo para los que no aceptan la voluntad de mi Padre. Son palabras escalofriantes cuando en mi Evangelio digo: «Id, malditos, al fuego eterno que está preparado para Satanás y sus secuaces». ¡Cómo adornáis el Evangelio, hijos míos! No prediquéis el Evangelio que a vosotros os gusta, hijos míos, predicad mi Evangelio tal como es; así fue escrito para la salvación de los hombres. Cómo lo podéis mutilar, hijos míos. ¡Ay de aquéllos que os calláis y adornáis las palabras del Evangelio! Predicad al Dios Amor y Misericordioso, pero no os comáis al Dios de Justicia, al Juez de vivos y muertos. ¡Cómo escondéis a los hombres la palabra del Infierno, hijos míos! ¡Qué pena de almas…! que Yo tengo dicho en mi Evangelio que ¡ay del que quite o añada alguna palabra que no sea la mía! Cuando vienen las palabras crudas, hijos míos, las adornáis. El hombre se puede salvar por el amor y por el temor, hijos míos. No escondáis al hombre lo que Cristo dejó a la luz y lo dejó escrito; no son palabras sólo del Antiguo Testamento, son palabras del Nuevo Testamento. Yo vine a perfeccionar el Evangelio, las Leyes, a formar una Iglesia para que todos los hombres se acercasen a beber de esos canales para su salvación; y puse unas Leyes, unos Mandamientos. El que cumpla con los Mandamientos se salvará. El que practique mi Evangelio vendrá al Reino de Dios.

¡Cómo a los hombres podéis decirles que ya están salvados, hijos míos, si los salva la gracia, el amor, el camino recto y seguro para ir a Cristo! Sed humildes, hijos míos, y no queráis recomponer lo que a Cristo le costó tanto para la salvación de los hombres: el Evangelio, tal como es, hijos míos; hay partes dulces y hay partes amargas; así es la muerte dolorosa y la resurrección es gloriosa. Pero aquí me tienes, hija mía, al Cristo viviente, desgarrado, clavado, coronado y agujereadas sus manos por los clavos. ¿Quién me pone así, hija mía, si no son los pecados de los hombres? (Luz Amparo llora y gime prolongadamente.)

Participa conmigo, hija mía, en la agonía, en el Gólgota, en mi Pasión. Para Mí no hay pasado ni futuro, hija mía, todo es presente; por eso los hombres creen que todo pasó. Para Dios no hay pasado, repito, hijos míos, ni hay futuro. Para Dios hay un presente. El futuro de los hombres está en mis manos, hijos míos. Sí, hija mía, sí, desgarrado mi corazón. Todo mi Cuerpo fue desgarrado por los pecados de los hombres y no sólo fue desgarrado, sino que siguen desgarrándome, hija mía.

¡Ay de mis almas consagradas! ¡Ay de aquellos sacerdotes que no siguen el Evangelio y lo predican a su antojo y se ríen de aquellos que lo hacen como Dios quiere que lo hagan! Esas almas fieles, hijos míos, pastores fieles, míos de mi Corazón: sed valientes y predicad el Evangelio tal como Cristo os lo enseñó; no os comáis nada, hijos míos. ¡Cómo no va a estar triste mi Corazón viendo la situación del mundo, si en el mundo cada día hay más males y los hombres cada día son peor! Predican un Cristo-Hombre pero no un Cristo-Dios. Mi Divinidad se juntó con la Humanidad y se hizo Hombre para enseñar a los hombres, pero Yo no perdí la Divinidad. La Divinidad estaba creada, (ya existía) pero bajó a la Tierra y se engendró en las entrañas de María para enseñar a los hombres las verdades y el camino recto y seguro. Y Yo grito a los hombres: Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida, el que venga a Mí tendrá vida eterna. Pero ¿cuántos vienen a Mí, hija mía? ¡Son tan pocos y su vida es tan poco entregada y es tan superficial…!

LA VIRGEN:

Hija mía, mira a mi Hijo, Yo fui Corredentora con Él y sigo siendo Corredentora con Cristo porque sigue sufriendo mi Corazón por los pobres pecadores, hija mía. Sólo vengo a recordar a los hombres el Evangelio que ya está escrito; que lo prediquen y lo practiquen tal como está, hija mía; que no lo mutilen, ni lo recorten. ¡Ay sacerdotes tan amados de mi Corazón y del de mi Hijo, tened compasión de estos pobres Corazones que tanto os aman, y que vosotros, muchos de ellos, pagáis con ingratitudes y con desamor! Buscad a Dios y no os retiréis del camino de la luz, hijos míos. Pensad que la luz alumbra, hijos míos, y la tiniebla ciega. La palabra sin obras no sirve, hijos míos, pero las obras sin palabra y sin oración tampoco tienen mérito ante la Divina Majestad de Dios.

Yo te enseñé, hija mía, que tenías que ver a Dios en los hombres, pero que no vieses a los hombres Dios, porque los hombres no son Dios. Un día, si son capaces de aceptar mi gracia, llegaré a interceder por ellos en la puerta del Cielo, como ahora pido a mi Hijo por todos los pecadores para que Dios los haga Dioses. Amaos los unos a los otros, hijos míos, como mis hijos que sois, hijos míos os pido que tengáis un poco de misericordia de nuestros Corazones. Hace muchos años que mi Inmaculado Corazón viene avisando a los hombres y los hombres se quedan sordos y mudos.

AMPARO:

Jesús, Jesús, yo quiero amarte por los que no te aman. Yo pediré por todos los sacerdotes para que sean fieles. Yo no quiero que sufras. Yo quiero compartir contigo Jesús… (sollozos de Luz Amparo.)

EL SEÑOR:

Sí, hija mía, por eso escojo almas víctimas para ayudar a los pobres pecadores. (Pausa prolongada con sollozos de Luz Amparo.)

AMPARO:

Jesús, que los hombres te vieran, que no pareces ni Tú.

EL SEÑOR:

¿No me vieron en aquellos tiempos, hija mía? y muchos se salvaron y otros se condenaron, hija mía. Si me volvieran a ver, pasaría lo mismo, hija mía; por eso los hombres no pueden decir que todos están salvados, porque si los hombres hubieran estado salvados no hubiera habido necesidad de poner el planeta Tierra para que los hombres con sus sacrificios y sus penitencias repararan sus pecados. Repito, soy un Dios de Amor, de Misericordia y de Dulzura, pero soy el Juez Supremo; que nadie se asuste por estas palabras, son palabras escritas en el Evangelio, no las comáis, hijos míos. Y si alguien os predica lo contrario es anatema, hijos míos. El Evangelio hay que explicarlo desde el dolor hasta la gloria.

LA VIRGEN:

Sed muy humildes, hijos míos, y amad mucho nuestros Corazones. Yo seguiré derramando gracias para los pobres pecadores. ¡Cuántas almas se han salvado en este lugar, y mis pastores no quieren aceptarlo!, pero, hijos míos, no seáis soberbios. Yo me manifiesto a los humildes y les comunico mis palabras, y rechazo a los orgullosos y a los poderosos.

Besa el suelo, hija mía, en reparación de tantos y tantos pecados como se cometen en el mundo.

Levantad todos los objetos, todos serán bendecidos con bendiciones especiales para los pobres pecadores. Amaos, hijos míos, y amad a Dios con todo vuestro corazón. Amad a la Iglesia, hijos míos, amad al Santo Padre y a los representantes de la Iglesia.

Todos los objetos han sido bendecidos con bendiciones especiales para la salvación de las almas.

Os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice, por medio del Hijo y con el Espíritu Santo.

:::::::::::::::::::::                                                                                       ::::::::::::::::::::::::