AMAR A LA IGLESIA.

MENSAJE DEL DÍA 2 DE SEPTIEMBRE DE 1995, PRIMER SÁBADO DE MES,

EN PRADO NUEVO DE EL ESCORIAL (MADRID)

EL SEÑOR:

«Hijos míos, aquí estoy para derramar gracias sobre vosotros, pero también me gustan los corazones agradecidos. Sed agradecidos, hijos míos, por tantas y tantas gracias como habéis recibido en este lugar, y también dad gracias todos aquellos que tenéis bienes, porque todo es venido de la mano de Dios; pero no es por vosotros mismos, ni por vuestros esfuerzos, porque muchos de los que vivís bien, hijos míos, no os acordáis de los que sufren, de los que padecen hambre y sed y están desnudos.

Tú, hija mía, no te angusties por esas lenguas difamadoras; son lenguas que Yo un día maldeciré, porque no les importa la calumnia ni la mentira. Yo dije que se fundaran Obras de Amor y Misericordia y tú haces mi voluntad. Nada te importe de lo que digan, hija mía, si de Mí dijeron que estaba poseido por Belcebú; y si oraba me criticaban; y si comía y bebía me criticaban igual, hija mía. Esas almas dicen dar doctrinas. ¿Qué clase de doctrina y de catequesis pueden dar las almas que son capaces de difamar, de calumniar y de vivir en el mundo según sus gustos? Son como los paganos que ni entran en el Cielo ni dejan entrar a los demás. Que cada uno de los que difaman contra esta Obra haga lo mismo que han hecho los que viven en ella.

AMPARO:

Que hablan, a, oh…

EL SEÑOR:

Sí, hija mía, mira: hablan, hablan pero ni son capaces de ir a recibir la penitencia; no necesitan sacramentos. Hablan de los sacramentos pero no los practican, hija mía. Mira lo que le espera a las almas ingratas que viven según sus gustos, y según el cuerpo, no según el espíritu. (Amparo suspira profundamente.) No escucharé sus lamentos ni sus lágrimas porque sus lágrimas en ese día serán lágrimas de plañideras y no las escucharán mis oídos. Nada te angustie, hija mía. Yo soy el Todopoderoso y el que te ha pedido fundar estas Obras de Amor y Misericordia; y Yo te he pedido que lo mejor para el pobre y es lo que estás haciendo; lo mejor se lo estás dando al pobre. Nada hay oculto, hija mía, pueden comprobarlo.

El hombre se cree poderoso y son siervos inútiles, la mayoría; dicen amar a la Iglesia sin entender la palabra de Dios; dicen que mis mensajes son catastróficos, ¿pero están ciegos y sordos, hija mía? ¿Pero no ven que el mundo está lleno de catástrofes? ¡Ay!, hijos míos, si a Mí me gustan las almas humildes, no las vanidosas que se envanecen ellas y me rebajan a Mí. Creen tener poder para hacer las cosas; el hombre siembra y riega, pero si Yo no mando el agua y el sol, el fruto no puede salir, luego ¿cómo es el hombre tan soberbio y tan inculto diciendo que los mensajes son catastróficos? Entonces, la palabra de Dios está escrita también es catastrófica. ¡Incultos, que no entendéis ni hacéis y tampoco queréis dejar a los que entienden y hacen!

¡Ay!, madres que preferís que vuestras hijas estén en el mundo en pecado mortal, en la concupiscencia de la carne. No os importa, hijos míos, la concupiscencia; no la entendéis. No os importa que vuestros hijos estén en pecado ni os preocupáis de ellos, y cuando sienten la llamada de Dios os angustia y los queréis introducir donde vosotros estáis introducidos; haciendo vuestra voluntad, no la voluntad de Dios. ¡Hasta cuándo vais a acabar de ofender a estas criaturas que han dejado todo para dárselo a los pobres! El camino lo tenéis abierto, haced vosotros lo mismo. No hagáis lo que el joven del Evangelio que, cuando le digo que venda sus bienes y se los dé a los pobres y me siga, no escucha mis palabras y no vuelve otra vez a caminar junto a Mí, sino quiere seguir a Dios pero sin dejar nada. ¡Qué ingratos sois, hijos míos, que muchos de vosotros ni os vais a salvar ni queréis que se salven los demás!

Yo enseño a los hombres a amar a la Iglesia; y a los sacerdotes a estar en su ministerio, a pastorear a las almas, no a que muchos de ellos son esclavos de sus pasiones y les atrae más el mundo que Dios. ¿Cómo vais a enseñar a todo un Dios lo que tiene que decir a sus almas? Yo amo a mis sacerdotes, y como los amo los corrijo; y lo primero que hice, cuando llegué ante mi Padre, fue pedir por todos los sacerdotes para que fuesen pastores, no fuesen asalariados; y luego pedí por el mundo, para que todo el mundo hincase la rodilla ante Dios su Creador. Y ¿qué habéis hecho hijos míos, como os dije? Habéis vuelto el mundo al revés. No veis las impurezas que hay en el mundo. El pecado de la carne está invadiendo el mundo, y el hombre que cae en lujuria cae en todos los pecados. No se le da importancia al pecado, hijos míos, por eso está el mundo en esa situación. Por eso, madres que amáis tanto, según vosotras, muchas de ellas a vuestros hijos, ¿cómo no los vigiláis para que vayan por el camino del Evangelio? Y, ¡cómo os preocupáis cuando encuentran ese camino! Ni soy tirano, como decís, que ¡vaya un Dios! o ¡vaya una Madre que amenaza a sus hijos! ¿Cuántas madres estáis amenazando a vuestros hijos porque no les dejáis libertad para vivir el camino que han escogido? ¡Ay, ingratos, hasta cuándo un Dios Todopoderoso tiene que dar avisos a sus criaturas! Permitís que vuestros hijos se condenen junto a vosotros y no sois buenas madres cuando no os ocupáis dónde están vuestros hijos; cuando llegan a encontrar a Dios es cuando os preocupa; eso hacen los secuaces del Anticristo, introducirse en familias, en amistades, para destruir a las almas. Una madre quiere la felicidad de sus hijos…

LA VIRGEN: 

. . . Y eso quiero Yo, hijos míos, vuestra felicidad. Yo reprendo a mis hijos porque os he dicho muchas veces que cuántas madres habéis reprendido una y otra y otra vez a vuestros hijos y viendo que vuestros hijos se introducen en el camino de la perdición habéis vuelto a decir: hijos míos, ¿no veis que os estáis perdiendo, que Dios hizo el Cielo y los Infiernos? Y el hombre se le olvida que existe el Infierno; sólo piensa en ir a la Gloria, sin obras. Todos los que hacéis buenas obras y todos los que estáis sin purificar venid a mis manos y entregádmelas, hijos míos, y entregaos vosotros que Yo con mis manos puras y virginales os purificaré a vosotros y a vuestras obras y se las entregaré a la Divina Majestad de Dios. Pero no seáis necios, hijos míos, y sed como las vírgenes prudentes; tened siempre la lámpara encendida y para que una lámpara luzca tiene que estar llena de aceite y combustible, hija mía; por eso el hombre que está sin Dios y que dice amar a Dios y no ama al prójimo no cumple los mandamientos. Dejad libertad a vuestros hijos, esa libertad santa para seguir el camino del Evangelio, y no seáis tan ingratos vuestros corazones que martirizáis a vuestros hijos porque sois egoístas y los queréis para vosotros. Si toda creatura es de Dios y Él toca cada uno de los corazones, y coge y deja lo que quiere, ¿cómo vais a ponerle trabas a Dios, hijos míos?

Sed todos uno, hijos míos, y tened un solo corazón para amar a los que lo necesitan, hijos míos. ¡Cuántos, mira, de los que aparentan ser buenos y cumplir la doctrina, mira dónde se encuentran, hija mía; han aparentado ante los hombres, pero cuando han llegado ante el Juez Supremo, ha aplicado la justicia, porque no habían, hija mía, obrado «na» más que con palabras y no pude aplicar mi misericordia. Por eso se encuentran en ese lugar.

¡Ay, padres y madres de familias, caminad por el camino firme y seguro!, no os quedéis en el tiempo y no viváis falsamente, aparentando ante los demás lo que no sois. Que los matrimonios se respeten mutuamente unos a otros; pero ¡ay de aquéllos que son infieles! El adúltero no entrará en el Reino de los Cielos. El mundo está invadido por la carne, por los pecados de impureza. Yo odio, hija mía, la impureza. Amo mucho los corazones puros; pero los hombres hoy se han desenfrenado, viven en un desenfreno que no hay quien los frene, hija mía, se han abandonado y se han dejado de amar a Dios su Creador. Y la creatura sin Dios está hueca; y los fariseos e hipócritas tampoco entrarán en el Reino de los Cielos. Y Yo ensalzo a los humildes y oculto a los poderosos. A mi Hijo le agrada más un alma humilde que todos los poderosos que haya en la Tierra.

¿Quiénes son los hombres para decir a quién tengo que manifestarme? ¿Es que no hay motivo de manifestarse una madre a sus hijos viendo la situación del mundo, para avisarles el gran peligro que hay en él y para recordarles el Evangelio?, para eso bajo a la Tierra. Porque los hombres cambian, quitan y ponen a su antojo lo que les agrada. ¡Ay de aquéllos que quitan y ponen, más les valiera no haber nacido! ¡Ay, aquellos que deforman la doctrina!, cuando se presenten ante Mí les diré: retiraos de Mí, que habéis deformado la palabra de mi Hijo en la Tierra y muchas almas habéis arrastrado hacia la perdición por vuestras falsas doctrinas. ¡Id malditos, al fuego eterno!; esas serán las palabras y así lo digo y así se cumplirá. Aunque mi Corazón de Madre intercede por todos los hombres, pero ¿por los hombres que reniegan de Dios? Yo no admito aquellos hombres que reniegan de mi Hijo.

Amad a la Iglesia, hijos míos, amad al Papa; sufre mucho viendo la situación que hay en el mundo, y sufre mucho por aquellos pastores infieles y desobedientes a sus palabras.

Y tú, hija mía, digan lo que digan, no te angusties; si comes van a decir y si ayunas van a seguir diciendo, hija mía. No te importe nada más que el Reino del Cielo y amar a los necesitados. Todo está limpio, que se pueda ver. Nada te angustie, hija mía.

Y todos los que habéis recibido gracias en este lugar, dad testimonio de ellas, hijos míos; y amad a la Iglesia y confesad vuestras culpas. Acercaos al sacramento de la penitencia, que muchos de vosotros no lo hacéis, hijos míos.

Levantad todos los objetos; todos serán bendecidos con bendiciones especiales para los pobres moribundos.

Os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice por medio del Hijo y con el Espíritu Santo.

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