ORACION CORTA Y EFICAZ DE REPARACION.

ORACIONES DE REPARACIÓN
Oración Corta y Eficaz de Reparación al Padre Eterno
(Dictada a Bernabé Nwoye el 22 de Julio de 1999)
(“Todos los que adoran Mi Sangre Preciosa, consuelan a Mi Padre quien es el que mas ama a su Hijo. Mientras adoran Mi Sangre Preciosa, los dolores de Mi Sagrado Corazón son aliviados. El Doloroso Corazón de Mi Madre también será consolado. Hijos, adoren Mi Sangre Preciosa siempre y ofrézcanla a Mi Padre para pedir misericordia. Escuchen esta oración. Récenla siempre en reparación por los pecados del mundo. Récenla tres veces: cada vez que la recen, Yo les aseguro que la Divina Misericordia se multiplicará. Récenla siempre y muchas veces al día, ya que están viviendo días impíos. Récenla para que sean librados del fuego de la purificación. Hijos, denla a conocer al mundo entero.”)
Padre Eterno, yo te ofrezco todas las heridas de Tu bien amado Hijo, Jesucristo, los dolores y agonías de su Sacratísimo Corazón y Su Preciosísima Sangre derramada por todas sus Heridas, en reparación por mis pecados y los pecados del mundo entero. Amén. (3 veces)
Dentro del grupo de oraciones que le fueron reveladas a Bernabé para las Horas de Getsemaní, hay un bloque de oraciones especialmente orientado para hacer reparación por nuestros pecados, los pecados de nuestras familias y los del mundo entero. Ese segmento titula “Oraciones de Reparación. Súplicas Angustiosas”. Y las puedan encontrar dentro del libro “Devoción a la Preciosísima Sangre de Cristo”, el cual pueden descargar de este Blog (versión Inglés o Español).

JESUS ESTA EN LA EUCARISTIA.

Durante la festividad de «Corpus Christi» de 1979 en Garabandal, el Padre Gobbi, del Movimiento Sacerdotal Mariano, recibió un importantísimo mensaje de la Santísima Virgen:

JESÚS EN LA EUCARISTÍA.
Garabandal, 14-6-1979, Festividad de Corpus Christi

“Hijos míos predilectos, seguid caminado con confianza por el camino por el que os conduce la Madre Celestial. Mi designo está a punto de cumplirse a través de vosotros que habéis respondido a mi invitación maternal.
Secundad mi acción que tiende a transformaros interiormente para haceros a todos Sacerdotes según el Corazón Eucarístico de Jesús. El triunfo de mi Corazón Inmaculado no puede realizarse sino con el triunfo de mi Hijo Jesús, que volverá a reinar en los corazones, en las almas, en la vida de cada uno y de las naciones: en toda la humanidad. Pero Jesús, como está en el Cielo, así también se halla en la tierra realmente presente en la Eucaristía: con su Cuerpo, su Sangre, su Alma, su Divinidad.
Su reino glorioso resplandecerá sobre todo en el triunfo de Jesús Eucaristía, porque la Eucaristía volverá a ser el corazón y el centro de toda la vida de la Iglesia.
Jesús en la Eucaristía volverá a ser el vértice de toda vuestra oración, que debe ser oración de adoración, de acción de gracias de alabanza y de propiciación.
Jesús en la Eucaristía volverá a ser el centro de toda la acción litúrgica, que se desarrollará como un himno a la Santísima Trinidad, a través de la perenne función sacerdotal de Cristo, que se actúa en el misterio eucarístico.
Jesús en la Eucaristía volverá a ser el centro de vuestras reuniones eclesiales, porque la Iglesia es su templo, su casa que ha sido construida sobre todo para que pueda resplandecer en medio de vosotros su divina presencia.
Hijos predilectos, desgraciadamente en estos tiempos las tinieblas han oscurecido también el Tabernáculo: en torno a él hay tanto vacío, tanta indiferencia, tanta negligencia. Cada día aumentan las dudas, las negaciones y los sacrilegios.
El Corazón Eucarístico de Jesús es herido de nuevo por los suyos en su propia Casa, en el mismo lugar donde ha puesto su divina morada entre vosotros.
Volved a ser los adoradores perfectos, los ministros fervientes de Jesús Eucarístico que, por medio de vosotros, todavía sigue haciéndose presente, todavía se inmola y se da a las almas.
Llevad a todos a Jesús en la Eucaristía: a la adoración, a la comunión, a un amor más grande.
Ayudad a todos a acercarse a Jesús Eucarístico de una manera digna, cultivando en los fieles la conciencia del pecado, invitándolos a acercarse a la Comunión sacramental en estado de gracia, educándolos en la confesión frecuente y advirtiéndoles que la confesión es necesaria a quien se halla en pecado mortal para recibir la sagrada Eucaristía.
Hijos predilectos, oponed un dique a la multiplicación de los sacrilegios: nunca como en estos tiempos se han hecho tantas comuniones de manera tan indigna.
La Iglesia está profundamente herida por la difusión de las Comuniones sacrílegas. Ha llegado el tiempo en que vuestra Madre Celestial dice: Basta.
Yo misma colmaré el gran vacío en torno a mi Hijo Jesús presente en la Eucaristía. Formaré una barrera de amor en torno a su divina presencia. Yo misma, a través de vosotros, hijos predilectos, que quiero colocar como una guardia de amor en torno a todos los tabernáculos de la tierra.”

Fuente: http://www.movimientosacerdotalmariano.es/?idm=42

ORACION A LA DIVINA VOLUNTAD.

ORACIÓN A LA DIVINA VOLUNTAD
Oh Divina Voluntad: Amor y misericordia infinita del Dios uno y trino, sed favorable a mí, pequeña criatura indigna de vuestra gracia, pero llena de esperanza en Vos, sublime esencia, sublime magnificencia, sublime voluntad.
Dadme una pequeña gota de tu riqueza inefable y sed propicia a mi petición. Derrama Divina Voluntad sobre mí mi familia, la bendición que tanto espero. Hacer petición. Te lo pido, en el nombre de Dios Padre (bendición), en el nombre de Dios Hijo (bendición), en el nombre de Dios Espíritu Santo (bendición). Que todo sea para (a gloria de la Santísima Trinidad y bien de nuestras almas. Amén.

EL QUE SE CONSAGRA A MI TIENE ASEGURADA LA SALVACION.

El que no se hace como niño, no entra en el Reino de los Cielos”
(Mateo 18, 3). DEL LIBRO DEJATE AMAR.
F.ABIANA CORRARO Me levanté chinchuda, la Mamá me dijo:
M.(VIRGEN MARIA)  Hijita querida, reacciona como quieras pero no dejes de venir a nuestros encuentros.

F. ¿Acaso Vos no querés que cuide mis modales?

M. Tus malos modales los hago míos. Luego de nuestro encuentro de amor, ya no existen. Yo te voy transformando. No te preocupes de lo que no puedes lograr.

Ahora digo a los pueblos del mundo:
NUNCA HE ESTADO MÁS CERCA DE MIS HIJOS.

Hija querida, hace cuánto tiempo os estoy preparando para este momento de dolorosa purificación.

Ustedes, Mis niños, pueden sentir día a día Mi Maternal protección frente a tantos otros hijos míos que viven la angustia del momento presente.

Ustedes que tiempo atrás me han aceptado en sus vidas con un “Sí” generoso, hoy pueden comprobar todo lo que he anunciado.

He dicho “El que se consagra a Mí tiene asegurada la salvación”.

Entonces, ningún temor.

Estamos en los tiempos finales, tiempos de desolación y angustia para muchos, tiempos de Gracia y Consuelo para Mis consagrados, Mis niños.

Así los quiero hasta el final, sólo niños en Mis brazos.

 

 

 

Oración de Consagración 7-9-84 275 “¡Oh Madre! Quiero Consagrarme a Ti. Virgen María hoy Consagro mi vida a Ti. Siento necesidad constante de tu presencia en mi vida, para que me protejas, me guíes y me consueles. Sé que en Ti mi alma encontrará reposo y la angustia en mí no entrará, mi derrota se convertirá en victoria, mi fatiga en Ti fortaleza es

JAMAS PODRE TOCAR A JESUS.

Proposiciones de Textos del Libro para la Semana

“Mensaje del Amor Misericordioso de Jesús”

para reflexionar en sus Islotes de Santidad.

¡Ave María!

Margarita la Pequeña Alma y su Jesús

10 de Julio de 1978 

M-  Desde hace mucho tiempo, pero especialmente últimamente, me atormenta el pensamiento de las profanaciones que padece la Eucaristía. Hace días que Jesús me apremia y sufro por estar impotente para actuar. En el fondo, ¿qué puedo hacer? Sino anotar lo que siento dolorosamente en mi ser y someterlo luego a mi director espiritual. ¡Poco es y hay tanto que hacer! Solo puedo decir mi perturbación. ¿Qué quiere Jesús? Sino, orientar más a las almas hacia la Santa Eucaristía donde El permanece prisionero de su Amor Misericordioso. ¡Jesús es Dios! ¿Cómo acercarnos, sin temblar, a este sacramento de Amor, nosotros los nadas de la tierra?

Temblar de amor y de deseo. Sí desde luego. Esto no puede más que alegrar al Rey de los Reyes. Pero, acercarse a Él con indiferencia, falta de respeto… sacrilegio. Atreverse a tocar a Aquel que es el Poder y el Amor, reconozco que esto no me cabe.

El es Padre, El es Amor, pero ¡El es Dios!

El universo entero es su propiedad.

Yo, que Le amo, yo pobre niña que El vino a buscar, jamás me atreveré a avanzar la mano hacia El para recibirle. Señor, yo no soy digna. Prefiero esperar que Tú Te des a mí por unas manos consagradas antes que tomarTe yo misma. No sé por qué, pero en el fondo de mi corazón, una voz grita: ¡Sacrilegio! Pobres pecadores que se igualan a Dios. Ponen en evidencia, en el lugar de honor, a un rey de la tierra y relegan, a veces en un rincón, como si se tratara de una cosa pasada de moda o inexistente, a Aquel que está por encima de todos.

¡Qué desgraciados somos de no comprender semejante desdicha!

Dios dijo a Moisés que se acercaba a Él, lleno de temor y también, estoy segura, de amor:

“¡Descálzate y acércate!”

¿No era ya entonces, una imagen del respeto profundo que debemos a la Eucaristía?

Jesús dijo a la Magdalena: “No me toques, no he ido todavía a Mi Padre…” ¡María Magdalena que le amaba y a quien El amaba… no tenía siquiera el derecho de tocar su Cuerpo Resucitado!

Y esta pobre mujer que, para ser curada, tocó solo el manto de Jesús, con temor y temblando, pero con tanto amor que el Buen Maestro no tuvo más remedio que curarla. ¡Y entonces Jesús era uno de nosotros! Hombre y Dios.

¡No, no, jamás podré tocar a Jesús sino en sus representaciones: estampas, estatuas… Tiemblo por los que se atreven! No lo comprendo. ¡Oh! Cuánto tienen que aprender todavía antes de compararse, de ponerse al nivel del Dios de Amor.

¿Cuándo, pues, cesarán estas profanaciones?

Me acuerdo que al principio de mi conversión, las manos del sacerdote tenían un efecto asombroso sobre mí. ¡Las contemplaba, estas manos… que habían recibido el privilegio de tener al Señor Todo Poderoso entre sus dedos! ¡Estaba yo como extasiada!

Yo me decía: ¡Oh, que hermosas son estas manos santificadoras por Aquel que se deja apresar por ellas!

Hoy, todos o casi todos se sirven ellos mismos, y tragan a Jesús en un abrir y cerrar de ojos, como si de un vulgar bocado de pan se tratara.

Muchos le reciben por costumbre, preocupados por un montón de pensamientos que no son El.

No juzgo a la gente, sino que temo por ellos.

Amor y Respeto: es lo que experimenta mi corazón cuando está enriquecido por la Santa Presencia recibida dignamente a través de las manos consagradas.

Hoy, he sido feliz; mi Padre ha hablado de la Eucaristía con mucha delicadeza y he sentido estremecerse de alegría en mi el Corazón de Jesús.

(Cuando, después de la misa, el sacerdote ha pasado cerca de mí, mis labios no han podido retener esta pequeña palabra que expresaba la alegría de Jesús y la mía: “gracias”).

“Mensaje del Amor Misericordioso a las Almas Pequeñas” – TOMO II Pág. 349 – 351

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Paz, Alegría y Amor

MENSAJE A LOS SACERDOTES. SOR NATALIA MAGDOLNA.

MENSAJES A LOS SACERDOTES

“Sacrifíquense y recen por las almas”

Una noche, Jesús me dijo lo siguiente, dirigiéndose a los sacerdotes: “Vine al mundo por el bien de las almas. Es su vocación y su deber salvarlas. Si ustedes permanecen en Mí y en mi amor, saldrán victoriosos”.
Luego se volteó hacia mí y me dijo: “Esposa mía, que padeces Conmigo, esta noche unos sacerdotes me van a ofender gravemente. Por los méritos de tu sacrificio libraré a algunos de ellos de sus pecados, pero ¿quién hará sacrificios por los otros? Moriría por ellos de nuevo, cada vez que ellos infieren sus heridas mortales a mi Corazón”.
Yo sufrí junto con Jesús por esas almas. Aceptaría todos los sufrimientos del mundo si pudiera evitar un pecado grave que ofendiera a mi Jesús. Le dije:
–Mi querido Jesús, estoy dispuesta a hacer cualquier sacrificio.
Él contestó:
–Flagélate hoy; así puedo librar a mis extraviados sacerdotes del pecado y acogerlos de nuevo en mi Corazón.
En ese tiempo mis superioras me dispensaron de la oración comunitaria a causa de las gracias extraordinarias que ellas veían tan claramente en mí, y así pude hacer en secreto lo que Jesús me pedía.

Jesús se queja de los sacerdotes

En 1944 el Señor me dijo: “Quiero enviar un mensaje al Santo Padre para que reafirme la práctica del ayuno del viernes, porque, debido a esto, muchos sacerdotes me ofenden. Ni los hombres ni las almas a Mí consagradas están dispensadas de la abnegación. Mi Iglesia debe saber que, al disminuir el espíritu de renuncia, aumentan los pecados”.
Después de la santa Comunión el Señor me mostró cómo un sacerdote cae en el pecado por falta de espíritu de mortificación. Vi a un sacerdote sentado a una rica mesa. El Señor le sugirió que no tomara el postre, puesto que ya había comido bastante. Él dudó un momento, luego rechazó la inspiración, con este pensamiento: “¿Abnegación, por qué?” El paso siguiente fue la pereza, luego vino la relajación, sus pensamientos se hicieron siempre más mundanos y el pecado entró a través de sus ojos. Entonces entró la muerte en su alma, y empezaron las dudas acerca de la presencia real en la Eucaristía. Finalmente dejó el sacerdocio y se volvió ateo. Fue especialmente doloroso para Jesús que por mucho tiempo ese sacerdote ofreciera indignamente el santo Sacrificio.
En otra ocasión, para consolarme, Jesús me dijo que es un gran placer para Él bajar al altar cuando un sacerdote lo llama con clara conciencia de sus actos. De estos sacerdotes santos me dijo: “Son mi deleite, mi orgullo, mi consuelo y mi esperanza”.

El amor a la cruz

El Señor me dijo:
–Hay solamente unas cuantas almas sacerdotales que aman la cruz. Muchos de ellos no quieren ni oír hablar del sufrimiento y la abnegación. Esto es porque ni siquiera Me piden tener amor por el sufrimiento. Los sacerdotes deben pedir diario el amor a la cruz para ellos mismos y también para las almas a ellos encomendadas. Si hicieran esto, se les daría la gracia del amor al sufrimiento, llegaría a serles agradable y podrían hacer actos heroicos. Yo aniquilaría en ellos todo lo que pudiera matar el amor y aumentaría en ellos el amor a la cruz. Les daría el don del amor pobre y humilde. Recibirían la gracia mística de poder enterarse de los secretos especiales de mi Corazón. Me gustaría darles a conocer esta gracia especial en este tiempo en que se aproximan los sufrimientos de mis escogidos.
En una ocasión Jesús me enseñó esta oración:
Señor mío, dame la gracia de amar
sufriendo como Tú lo hiciste.
Dame la gracia de llevar mi cruz
como Tú lo hiciste.
Señor mío, dame la gracia de poder siempre
reconocer y cumplir tu voluntad
y permanecer siempre unido a Ti,
glorificándote en todo lo que haga.
María, Madre de Jesús y Madre mía,
enséñame a amar sufriendo. Amén.

En una de mis visiones, Jesús se dirigió a un grupo de sacerdotes, diciéndoles:
–¡Sacerdotes míos, los amo! Vengan a mi divino Corazón que está abierto para ustedes y los espera. Este Corazón no es solamente mío sino que pertenece a todos aquellos a quienes Yo amo. Vengan a este cálido hogar para que Yo pueda avivarlos; purifíquense y revístanse de mi poder divino. Ustedes no necesitan más que amarme y estar unidos a Mí. Si Me aman de este modo, Yo los conduciré no solamente al Calvario sino también al monte Tabor. ¡Oh alma! ¿Por qué estás tan vacía? ¡Oh Gólgota! ¿Por qué estás tan abandonado? ¡Oh pecado, oh carne, oh infierno! ¿Por qué están tan poblados? Algunos sacerdotes están tan llenos del mundo y de sí mismos que no tienen ningún lugar para Mí en sus almas. Ni siquiera aceptan las gracias que Yo quiero darles. Desprecian mi misericordia y dicen: “¡Es suficiente si amamos al Salvador!”, y nunca piensan que su amor debería parecerse un poco al Mío. Así bloquean mis esfuerzos para aumentar su fe y la reemplazan con su amor fingido. El verdadero alimento del amor es el sufrimiento, y con este alimento Yo nutro a todas las almas.
“¡Háblenme!”

– ¡Mis queridos hijos sacerdotes! Su vida deberá ser serena y recogida. Deberán amar la oración contemplativa. Deberán amar los lugares tranquilos sin distracciones. En la quietud, observen cómo la gracia trabaja en sus almas. Piensen en Mí con frecuencia. Deberán amar el pensar en Mí. Cuéntenme sus pensamientos, sus preocupaciones, háganme compañía y platíquenme. En el momento santo de la gracia mística descansen en Mí. Notarán las gracias así ganadas cuando regresen a su quehacer diario. ¡Verán qué diferente será su modo de pensar, de trabajar y de hablar después de este encuentro Conmigo! Escucharán mi voz y la reconocerán inmediatamente. Si alguien tiene oído para oír y sigue mi llamada, si está dispuesto a perder la vida del mundo y vivir en Mí, éste Me encontrará aquí en esta vida.
– ¡Mis queridos hijos sacerdotes! Quisiera reunirme con ustedes no solamente en el momento del Sacrificio del altar, sino también en la pesada vida diaria de este mundo, cuando el mundo y sus perseguidores los ataquen, cuando por mi causa son perseguidos injustamente.
– ¡Mis queridos hijos sacerdotes! Han oído lo que les dije: “Ustedes son sacerdotes para siempre según el orden de Melquisedec”. Han entendido que su camino por este mundo ha de ser corto y estrecho; acordaron no desear otros placeres y gozos fuera de aquellos que les esperan en la vida eterna. Aceptaron haber muerto Conmigo en la cruz y aceptaron esta muerte. ¿Por qué quieren entonces resucitar en este mundo? ¿Por qué buscan la perdición eterna? ¡En verdad les digo: “Encontrarán aquello que buscan”!

Escuchen mi llamado”

–Hija mía, ¡amo tanto a mis sacerdotes que pienso en ellos día y noche! Soy totalmente de ellos en el momento de la consagración de la santa Misa. Estoy a su lado en la dura tarea de su vida diaria y en sus diarios sufrimientos, y sin embargo, muchas veces ellos Me ignoran. Se colocan antes que Yo. Piensan que son más importantes que Yo. Les hablo, pero no Me escuchan; se aman sólo a sí mismos. Se tapan los oídos con el fango de la egolatría, la ambición, la vanidad, los celos, el orgullo y la altanería. De esta manera se ciegan y viven la vida, que les di como un regalo, en la ceguera y la sordera.
– ¡Sacerdotes míos, mis queridos sacerdotes! Escuchan mi llamada, vengan a Mí. Dejen el camino obscurecido por el humo del infierno. ¡Conviértanse, porque el tiempo se está acortando! Si Me pierden a Mí, nadie los podrá ayudar ya.

“Aceptaré sus plegarias”

Estaba rezando por los sacerdotes y por la Iglesia, cuando de repente nuestra santa Madre me habló:
–Mi querida hija, tus plegarias son bien recibidas. Vengo presurosa para librar a la Iglesia de sus ataduras y para salvar a aquellas almas sacerdotales que se encuentran en peligro de perderse. Bendije tus oraciones y tus sacrificios con mi Corazón Inmaculado y de este modo muchas almas arrepentidas han aceptado las gracias de mi Hijo.
Supe por Ella que por medio de mi penitencia muchas almas se habían arrepentido, no solamente en Hungría sino en otras partes del mundo.

ORACION PARA EL ROMPIMIENTO DE MALDICIONES.

ORACIÓN DE ROMPIMIENTO DE MALDICIONES

Me coloco en la presencia de la Santísima Trinidad (Padre, Hijo y Espíritu Santo) y por el poder de la Sangre de nuestro Señor Jesucristo, rompo, desbarato, pisoteo, aniquilo e invalido y cancelo de mi ser físico, síquico, biológico y espiritual, toda maldición que haya sido puesta sobre mí, sobre mi familia y árbol genealógico, por cualquier persona, familiar o antepasado por medio del ocultismo o espiritismo.

Por el poder de la Sangre Preciosa de Nuestro Señor Jesucristo y por la intercesión de la Santísima Virgen María, San Miguel, San Gabriel, y San Rafael, rompo e invalido toda maldición, cualquiera que sea su naturaleza en el nombre de nuestro Señor Jesucristo. Amén (Repetir 3 veces la oración).

JESUS CAMINA SOBRE LAS AGUAS.

JESÚS CAMINA SOBRE LAS AGUAS.

(Mt5 14, 22-33; Mc 6, 45-52; Ju 6, 16-21)

(Visiones y revelaciones de Jesús a Maria Valtorta. Escrito el 4 de marzo de 1944)

 

La tarde va declinando. Casi empezó ya a anochecer, porque a duras penas se pueden distinguir objetos por el sendero que trepa por un montecillo, en el que hay esparcidas acá y allá plantas que parecen olivos. Como la luz es tan escasa no puedo asegurar lo que sea. Lo que sí puedo decir es que no son plantas muy altas, frondosas y torcidas como suelen ser los olivos.

Jesús está solo. Su vestido es blanco, su manto azul oscuro. Va subiendo. Se interna entre los árboles. Su paso es largo y seguro, y por ser largo aunque no rápido, avanza mucho y no se fatiga. Sigue caminando hasta que llega a una especie de balcón natural del que se ve el lago, que está calmado bajo la luz de las estrellas que llenan el cielo con sus ojitos brillantes. El silencio envuelve a Jesús en su tranquilidad. Lo separa, lo hace olvidar las multitudes, la tierra. Lo une con el cielo que parece descender cada vez más para adorar al Verbo de Dios y acariciarlo con la luz de sus astros.

Jesús está orando en su posición habitual: de pie y con los brazos abiertos en forma de cruz. A su espalda tiene un olivo y parece como si ya estuviese crucificado en este negro tronco. Las ramas lo cubren pese a que es alto, y sustituyen al letrero de la cruz con palabras más apropiadas del Cristo. En el Calvario se leyó: “Rey de los judíos.” Aquí: “Príncipe de la paz.” El pacífico olivo dice mucho a quien sabe entender. Jesús está orando largamente. Luego se sienta sobre las raíces del olivo que salen a flote de tierra, y toma su actitud acostumbrada: entrecruza las manos y apoya los codos sobre las rodillas. Medita. ¡Quién sabrá que conversación sostiene con su Padre y el Espíritu en esta hora en que está solo y puede ser todo de Dios! Dios con Dios.

Me parece que pasan muchas horas, porque veo que las estrellas han cambiado de posición y muchas ya se han ido a ocultar tras del horizonte.

Cuando un rayo como de luz, se dibuja en el lejano horizonte del este, una racha de viento sacude el olivo. Se va. Vuelve más fuerte. Se calma, se hace más violento. La luz del alba que apenas empezó a asomarse, se hace camino entre un montón de nubes negras que vienen a llenar el cielo, empujadas por ráfagas de viento cada vez más fuerte. El lago no está ya quieto. Me da la impresión de que se está preparando una tempestad como la que vi otra vez. El rumor de las ramas, y el ruido sordo de las aguas arropan el espacio, que antes estaba tan calmado.

 

Jesús sale de su meditación. Se levanta. Mira el lago. Busca en él a la luz de las pocas estrellas que han quedado y de la naciente alba, y ve la barca de Pedro que boga a todo remo hacia la orilla opuesta, pero que no lo logra. Jesús se envuelve en el manto apretadamente, coge la extremidad que cae, y que le impediría bajar fácilmente, se lo echa sobre la cabeza, como si fuera una capucha, y baja esbelto, no por donde había subido, sino por un sendero corto que lleva directamente al lago. Baja tan veloz que parece como si volase.

Llegado a la ribera donde las ondas se agolpan por momentos y la cubren de espuma, continúa caminando a prisa como si no caminase sobre aguas que se mueven, sino sobre pavimento liso y sólido. Ahora se ha convertido en luz, parece como si toda la poca luz que viene de unas cuantas y agonizantes estrellas y del alba envuelta en la borrasca converja en El, y forme como una fosforescencia alrededor de su cuerpo. Vuela sobre las ondas, sobre las crestas espumosas, en los pliegues oscuros de onda y onda, con los brazos tensos hacia delante, con el manto que se hincha en sus mejillas y que flota, pese a que está estrechamente pegado a la cabeza, como un ala.

 

Los apóstoles lo ven y lanzan un grito de miedo que el viento lleva a Jesús.

–”No temáis. Soy Yo.”

La voz de Jesús, aunque tiene el viento en contra, resuena sin perderse sobre el lago.

–”¿Eres Tú de veras, Maestro?” pregunta Pedro.

–”Si eres Tú dime que pueda ir a tu encuentro caminando sobre las aguas como Tú.”

Jesús sonríe:

–”Ven” dice sencillamente como si fuese la cosa más natural del mundo andar sobre el agua.

Y Pedro, semidesnudo como estaba, esto es, con una túnica corta y sin mangas, salta de la barca y se dirige a Jesús.

Cuando se encuentra a una distancia de unos cincuenta metros de la barca y otros tantos de Jesús, el miedo se apodera de él. Hasta allí lo empujó el entusiasmo de su amor. Ahora su debilidad humana lo vence y no piensa sino en salvarse. Algo así como si alguien se mete en un terreno resbaladizo o para ser más exactos, en arenas movedizas, Pedro empieza a tambalear, a gesticular, a sumergirse. Y cuanto más gesticula, tanto más tiene miedo, y más se hunde.

Jesús se ha parado, lo está mirando. Serio. Espera. Pero no extiende ni siquiera una mano, que tiene cruzadas sobre el pecho, y ni da un paso ni pronuncia una sola palabra.

Pedro se va sumergiendo. Desaparecen los tobillos, las espinillas, las rodillas. El agua le llega hasta la ingle, sube, sube hasta la cintura. El terror está pintado en su cara. Un terror que le paraliza aun el poder pensar. No es más que una carne que tiene miedo de ahogarse. No piensa ni siquiera en echarse a nado. Nada. Es una presa del terror.

 

Finalmente se decide a mirar a Jesús. Y basta con mirarlo para que su mente empiece a razonar, a comprender donde está la salvación.

–”Maestro, Señor sálvame.”

Jesús abre los brazos y como llevado por el viento o por una onda se precipita hacia el apóstol y le extiende la mano diciéndole:

–”¡Qué hombre de poca fe! ¿Por qué has dudado de Mí? ¿Por qué quisiste hacerlo por ti mismo?”

Pedro, que angustiosamente se ha asido de la mano de Jesús, no responde. Lo mira sólo para ver si no está enojado, lo mira con una mezcla de miedo que todavía le queda y de arrepentimiento que va naciendo. Jesús sonríe. Lo ase fuertemente a la muñeca, hasta que llegados a la barca suben en ella. Jesús ordena:

–”Id a la ribera. Está completamente mojado.”

Y sonríe mirando al discípulo humillado.

Las ondas se extienden para facilitar el desembarco. La ciudad aparece más allá de la otra ribera, cuando subidos en una colina la contemplan.

V, 868-870

A. M. D. G.

DESEO SALVAROS AUN A COSTA DEL RECHAZO QUE ME TENEIS.

16 de diciembre de 2012
YO SOY LA LUZ DEL MUNDO Y LA LUZ DE LAS NACIONES, NADIE PUEDE SALVARSE SIN CONTAR CONMIGO
Y la Luz vino al mundo y no se le reconoció (Jn 3,19).
Yo, Jesús, os hablo.

Hijos Míos, que espantoso es ver que andáis ciegos por caminos de perdición y no queréis saber nada Conmigo que Soy la Luz del mundo. Estáis tan influenciados de doctrinas y filosofías vanas y vacías que creéis que sabéis mucho y ni siquiera sabéis el camino que debéis seguir para salvaros. Ni siquiera podéis salvar vuestra alma porque no la sabéis guiar, y pretendéis aconsejar y guiar a vuestros amigos e hijos y los guiais mal, y a su vez, ellos guían mal a otros creyendo además que están en la verdad. Yo, Jesús, os hablo.

Todo aquel que camine fuera de Mí está en la oscuridad y no tiene luz. Yo Soy la Luz del mundo (Jn 8,12) y la Luz de las naciones, nadie puede salvarse sin contar Conmigo. Yo Soy el Buen Pastor, el Redentor, el Hijo del Altísimo, y todo lo puedo, puedo salvar y condenar. Yo, Jesús, os hablo.

Pero Mi amor hacia vosotros, ovejas Mías perdidas, es tan grande que deseo salvaros aun a costa del rechazo que Me tenéis y de lo que Me ignoráis. Deseo salvaros de los pasos tan desacertados que dais. Sí hijos, sí, Yo os amo como nadie jamás os puede amar, ni siquiera todas las personas juntas que os aman: padre madre, hermanos, hijos, cónyuges o demás os pueden amar como Yo os amo, y por eso, porque os amo, es por lo que deseo que no Me ignoréis, que consideréis Mis leyes, Mi mandamiento del amor: amaos unos a otros (Jn 15,17). Sí hijos, sí, considerad Mi Santo Evangelio y os cambiará la vida en todos los aspectos, porque Mi carga es ligera y Mi yugo suave (Mt 11,30). Yo, Jesús, os hablo.

Sembrad amor en vuestro en derredor, sembrad paz y concordia, no sigáis el juego a Mi enemigo mortal Satanás que solo desea veros hundidos en el abismo eterno, pues tanto como Yo os amo, tanto el os odia y desea perderos eternamente. Yo, Jesús, os hablo.

Hijos, Yo os hablo. Me dirijo a vosotros, a todos los que leen y propagan estos escritos, por eso, escuchadme a través del mensaje que traigo en ellos y os lo repito una y otra vez, venid hijos Míos, venid a Mi Divino Corazón (Mt 11,28) y empapaos de Mi amor infinito. Yo, Jesús, os hablo y os bendigo. Paz a todo aquel que leyendo este mensaje lo pone en práctica.
LIBRO DADME DE BEBER.

ORACION PARA IMPLORAR ESPIRITU SANTO. POTENCIA DIVINA DE AMOR.

Eterno Padre, en nombre de Jesús Cristo y por la intercesión de
María Virgen Inmaculada, mándame el Espíritu Santo.
Ven, Espíritu Santo , a mi corazón y santifícalo.
Ven, Padre de los pobres, y alíviame.
Ven, autor de todo bien, y consuélame.
Ven, luz de las mentes, y ilumíname.
Ven, consolador de las almas y confórtame.
ven, dulce Huésped de los corazones, y no te apartes de mí.
Ven, verdadero refrigerio de mi vida, y renuévame.
( Tres «Gloria Patri…»).
Espíritu Santo, eterno amor, ven a nosotros con tus ardores,
ven, inflama nuestros corazones.